Por Jorge Rubio Soto (*)
“Stgo. es nuestra casa” el eslogan de la segunda versión del festival de intervención urbana, “Hecho en Casa”. Acá participan distintos exponentes dentro de esta forma de hacer y mostrar arte. Un evento que este año reunió a 19 diferentes artistas y colectivos y que intervino en distintas localidades de la región metropolitana, desde pintar pasos peatonales hasta reemplazar murales como el de Agatha Ruiz de la Prada, en las afueras del metro Bellas Artes.
Y la importancia de este festival es que, de cierta forma, acerca distintas manifestaciones artísticas a la comunidad, invitando a volver la mirada hacia el lugar que habita y que muchas veces ignora por culpa del rápido ritmo de la capital. Sin embargo, “Hecho en Casa” es una iniciativa que invita a ser espectador, pero no partícipe de las obras que se hacen en el espacio de todos. Pues, esa es su misión y la cumple de forma efectiva.
Por lo mismo, hay que entender que Hecho en Casa es un festival de intervención urbana, concepto muy distinto y que, según entienden algunos especialistas en el tema, limita muy de cerca con el arte público, pero que no logra serlo. El arte público, además de invitar a la comunidad, la hace parte y cuenta con ella en la ejecución y utilidad del producto final.

“Inti”
ARTE PÚBLICO VS. ARTE EN PÚBLICO
Lograr concentrarse en una definición sobre lo que es arte público, como en todo, resulta casi imposible. Varios entendidos en la materia han postulado distintas visiones sobre lo que significa e implica el concepto, partiendo por la delgada línea que separa entre hacer arte en público y hacer arte público.
En primer lugar, hay que entender al espacio público como el lugar donde convergen las distintas perspectivas de los individuos y que conviven entre sí. Esto quiere decir que es el punto en común de la sociedad, y que según Jürgen Habermas, es el espacio “accesible a todos” . Para el filósofo alemán, el espacio público se caracteriza por ser inclusivo, igualitario y abierto a todos. Es en este espacio donde se nace el hombre como un ser político y cimenta las bases de la democracia.
A esto mismo apunta Yayo Aznar Almazán y María Iñigo Clavo en su artículo “Arte, Política y Activismo”. En el texto, Aznar e Iñigo establecen que la esfera pública es aquella que se encarga del desarrollo de la política –entendida como la actividad que desarrolla cualquier ser humano dentro de una sociedad– y que “el arte que en él se hace como un arte que participa en o crea por sí mismo un espacio político, es decir, un espacio en el que asumimos identidades y compromisos” .
Es en este mismo espacio político donde el arte público funciona como un instrumento más para la inclusión y participación de la comunidad. Esto mismo es respaldado cuando Estela Paredes es citada en “El arte como herramienta para la transformación social” de Corinne Johnson, señalando que:
“El arte propone naturalmente una estructura democrática e inclusiva, donde se borran las diferencias de género, cultura y nivel socioeconómico, y se rescatan valores como el trabajo en equipo, la solidaridad y la reciprocidad”
Sumado a esto, una de las definiciones más claras sobre lo que es e implica hacer arte público es la que hace Lucy Lippard en el capítulo “Mirando alrededor: dónde estamos y dónde podríamos estar” de “Modos de hacer: arte crítico, esfera pública y acción directa”. En el apartado, Lippard propone que el arte público es:
“Cualquier obra de libre acceso que se preocupa, desafía, implica y tiene en cuenta la opinión del público para quién o con quién ha sido realizada, respetando a la comunidad y al medio”
Comprendiendo esto, se puede entender y diferenciar al arte público de la intervención artística, ya que una integra a la comunidad y la otra –como bien su nombre lo dice– solo la interviene. Por ejemplo, la obra que realizó Inti en Metro Bellas Artes es solo una intervención urbana porque no consideró a la comunidad que rodea las dependencias del mural para poder hacer su arte. Es un trabajo individual que solo se guío por la creatividad del artista y que, si bien existe un nivel muy básico de participación de audiencia; no desafía, implica ni tiene en cuenta la opinión dentro del proceso de ejecución.

Metro Bellas Artes
LA VICTORIA DE LOS MUROS
La Población “La Victoria” es la primera gran toma en Latinoamérica. Se fundó el año 1957, cuando cerca de 1.200 familias que vivían en el llamado “Cordón de la misería” del Zanjón de la Aguada, ocuparon una gran explanada dentro de la comuna de Pedro Aguirre Cerda, en Santiago.
Dentro de esta comunidad, el concepto de “apropiación” se funde junto a la identidad de ésta. Desde el hecho de hacer suyos terrenos que legalmente no les correspondían, “la ‘apropiación’ que el poblador hace del espacio implica que el terreno deja de ser una mera mercancía y adquiere una connotación y significación particular que lo dota de autenticidad” .
Fueron los mismos pobladores quienes crearon su espacio público y privado, delimitándolos según lo que a cada uno le acomodaba y al resto también. La identidad de La Victoria se fue moldeando, entonces, en base al empoderamiento de su entorno y la creación de un espacio público en común.
Hoy, con sus calles revestidas de diversos murales que nacen de las manos de sus mismos pobladores, las propias casas sirven como lienzos donde se registra la historia que ellos mismos viven. Por lo mismo, se repiten las pinturas donde retratan a los sacerdotes André Jarlan y Pierre Dubois, ambos comprometidos con la comunidad victoriana y férreos defensores de los pobladores y los derechos humanos en tiempos de dictadura.
Tanto el muralismo, como el diseño de las calles y pasajes dentro de la población, responden a la necesidad de quienes viven en ella por conservar y traspasar la identidad de La Victoria a las nuevas generaciones. En términos básicos, calza con el concepto de “arte activista” definido por Aznar e Iñigo y que es entendido como “una forma de arte político que se mueve en un territorio intermedio entre el activismo político y social, la organización comunitaria y el arte” . Precisamente, son los mismos vecinos quienes deciden, diseñan y elaboran los murales que hay dentro de su población, asimismo con las pinturas en las calles de los pasajes.
Según cita Johnson a Ljungman en su texto, “las actividades culturales y la identidad cultural que se produce tienen un efecto estabilizador en comunidades y alivia el estrés psicológico que la pobreza produce”. Esto se fundamenta en el hecho de que el nivel de pobreza que viven los pobladores de La Victoria, sumado al diario convivir con narcotraficantes de localidades cercanas, se supera –o neutraliza– a través de las distintas manifestaciones artistas y culturales que ellos mismos generan (entre tantos, el carnaval de aniversario de la fundación de la población en octubre de cada año).
Entonces, considerando que el muralismo hecho por los victorianos también son intervenciones artísticas en un espacio público, y tomando en cuenta la definición de Lucy Lippard, estas pueden ser consideradas como arte público porque son obras creadas íntegramente por la comunidad a la que afecta. A diferencia de cualquier otro mural que pudiera hacer cualquier artista en el mismo territorio, los murales de los vecinos de La Victoria los identifica, implica y representa en su totalidad.
CONCLUSIONES FINALES
No se puede negar que las intervenciones artísticas realizadas por el festival Hecho en Casa no implican arte público. Si bien, en estricto rigor, no lo son, generan un espacio de reflexión en torno a ellas que les otorga un pequeño nivel de participación y generación de un “espacio público”. Pero hay que hacer una clara separación entre la obra que se hace en comunidad y la que se hace de forma individual sin considerarla.
El ejemplo de La Victoria gráfica exactamente lo que Lippard establece como arte público. Cada obra tiene un valor intangible en la medida de que cada victoriano se siente parte de la historia de cada mural. Y mucho más allá, se siente creador, dueño y espectador junto a sus vecinos.
He ahí su trascendencia. Por lo mismo, es incierto si la obra de Inti en Bellas Artes conserve el valor que hoy se le da por borrar un trabajo que no respetó su entorno y ni contexto. El impacto quedará solo en la participación del proceso, más allá del valor simbólico que tenga para quienes tengan que convivir con ella en la cotidianidad. Sin embargo –y de forma lamentable– está destinado a pasar desapercibido con el paso del tiempo.
Por otro lado, los muros de La Victoria mantendrán viva la historia de su comunidad. Su vigencia se deberá porque el sentido de la obra va más allá de lo estético o lo no estético. Es la creación hecha por y para sí misma.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aznar, Y., & Iñigo, M. (2007). Arte, política y activismo.
Cortés, A. (2007). El relato identitario y la toma de terrenos de la población la victoria. Centro de Investigación Social Un Techo para Chile, 86-02.
Habermas, J. (1982). Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: Editorial Gustavo Gili S.A.
Johnson, C. (2006). El arte como herramienta para la transformación social. La casa amarilla.
Lippard, L. (2001). Mirando al rededor: dónde estamos y dónde podríamos estar. En P. Blanco, J. Carillo, J. Claramonte, & M. Expósito, Modos de hacer: arte crítico, esfera pública y acción directa (págs. 51-71). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.